Me había estado bañando en lo de Juana, una señora como de
50 años que vive en una pequeña casa en la que su salita también sirve de
cuarto, comedor y baño. La señora me
permitía bañarme ahí y a veces me daba un taco o algo para comer. Yo en cambio,
le pagaba con verga. La señora estaba entrada en carnes y con un culo bofo y
aguado, me costaba mucho excitarme. Pero a la señora le encantaba eso, y yo le
tenía que pagar, ese era él trato. Le gustaba excitarme y me jugaba la verga para
después metérsela en la boca y eso era lo mejor para mí, sólo era cuestión de
cerrar los ojos e imaginar. Ya estando tieso, solo la volteaba y bombeaba hasta
que me viniese, la señora se venía como 5 veces y gritaba y pateaba y se ponía
toda loca. Después de eso me volvía a bañar y comía un buen platote de comida.
Pero ahora a Juana recibía a su hijo que había regresado de los States. Había regresado con lo mismo con lo que se fue, con nada y ya no había lugar para mí y me picaban los huevos, no me había bañado en 5 días y eso en el puerto y más en verano es una asquerosidad. Los tenía todos apestosos y cebudos y me picaban mucho al grado que me empecé a preocupar, no sabía qué hacer.
Me vi los huevos y no me encontré nada, solo me picaban. Me fui a mendigar para ver si juntaba el dinero para una botella de agua y una barra de jabón. No junté nada a nadie le gusta darle a dinero a alguien rascándose los huevos.
Caminé a la Cruz Roja para ver si podían hacer algo por mí. El guardia me corrió a patadas, no sabía si ir al Centro de Salud o regresar a casa de Juana a pedirle un poco de jabón. El camino a su casa es largo de regreso y la comezón se volvía más fuerte. Empezaba a rascarme con las uñas, ya todo valía madres. Me picaban, me rascaba y la gente se me quedaba mirando. Cada vez más al grado que me tiré al suelo a gritar y llorar de dolor. Ahí fue cuando la gente dejó de ver y siguió su camino. Estaba tirado en el suelo cuando se me acercaron unos policías implore ayuda, pero solo me dieron de patines y me corrieron de esa calle. Arruinaba el centro histórico.
El dolor de la golpiza que me habían dado los cerdos me hizo olvidar la comezón y me armé de valor para caminar de regreso a lo de Juana, toqué la puerta y salió Juana en camisón -Anda que estas todo sucio, ¿Quién te golpeó? Mi niño chiquito- Me metió al baño y me desnudo, vio los golpes pero no dijo nada, me bañó como si fuera un niño chiquito, con plena atención en mis huevos y en mi pito. Después de bañarme y enjuagarme un par de veces, Juana se quitó el camisón y me dijo -Mami te va a complacer, mi hijo llega hasta la noche-. Esa tarde hicimos todo de nuevo, me dio una buena mamada y yo la monté como de costumbre. Después de venirme me vestí y le dije gracias. Los huevos ya no me picaban tanto. No volví a ver a Juana.
Hace varias semanas que no me baño, si supieras de la comezón que tengo, entenderías el dolor de ser hombre y seguro me prestarías tu baño, por lo menos, una barra de jabón.
Pero ahora a Juana recibía a su hijo que había regresado de los States. Había regresado con lo mismo con lo que se fue, con nada y ya no había lugar para mí y me picaban los huevos, no me había bañado en 5 días y eso en el puerto y más en verano es una asquerosidad. Los tenía todos apestosos y cebudos y me picaban mucho al grado que me empecé a preocupar, no sabía qué hacer.
Me vi los huevos y no me encontré nada, solo me picaban. Me fui a mendigar para ver si juntaba el dinero para una botella de agua y una barra de jabón. No junté nada a nadie le gusta darle a dinero a alguien rascándose los huevos.
Caminé a la Cruz Roja para ver si podían hacer algo por mí. El guardia me corrió a patadas, no sabía si ir al Centro de Salud o regresar a casa de Juana a pedirle un poco de jabón. El camino a su casa es largo de regreso y la comezón se volvía más fuerte. Empezaba a rascarme con las uñas, ya todo valía madres. Me picaban, me rascaba y la gente se me quedaba mirando. Cada vez más al grado que me tiré al suelo a gritar y llorar de dolor. Ahí fue cuando la gente dejó de ver y siguió su camino. Estaba tirado en el suelo cuando se me acercaron unos policías implore ayuda, pero solo me dieron de patines y me corrieron de esa calle. Arruinaba el centro histórico.
El dolor de la golpiza que me habían dado los cerdos me hizo olvidar la comezón y me armé de valor para caminar de regreso a lo de Juana, toqué la puerta y salió Juana en camisón -Anda que estas todo sucio, ¿Quién te golpeó? Mi niño chiquito- Me metió al baño y me desnudo, vio los golpes pero no dijo nada, me bañó como si fuera un niño chiquito, con plena atención en mis huevos y en mi pito. Después de bañarme y enjuagarme un par de veces, Juana se quitó el camisón y me dijo -Mami te va a complacer, mi hijo llega hasta la noche-. Esa tarde hicimos todo de nuevo, me dio una buena mamada y yo la monté como de costumbre. Después de venirme me vestí y le dije gracias. Los huevos ya no me picaban tanto. No volví a ver a Juana.
Hace varias semanas que no me baño, si supieras de la comezón que tengo, entenderías el dolor de ser hombre y seguro me prestarías tu baño, por lo menos, una barra de jabón.
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