jueves, 16 de diciembre de 2010

Comezón



Me había estado bañando en lo de Juana, una señora como de 50 años que vive en una pequeña casa en la que su salita también sirve de cuarto, comedor y  baño. La señora me permitía bañarme ahí y a veces me daba un taco o algo para comer. Yo en cambio, le pagaba con verga. La señora estaba entrada en carnes y con un culo bofo y aguado, me costaba mucho excitarme. Pero a la señora le encantaba eso, y yo le tenía que pagar, ese era él trato. Le gustaba excitarme y me jugaba la verga para después metérsela en la boca y eso era lo mejor para mí, sólo era cuestión de cerrar los ojos e imaginar. Ya estando tieso, solo la volteaba y bombeaba hasta que me viniese, la señora se venía como 5 veces y gritaba y pateaba y se ponía toda loca. Después de eso me volvía a bañar y comía un buen platote de comida.

Pero ahora a Juana recibía a su hijo que había regresado de los States. Había regresado con lo mismo con lo que se fue, con nada y ya no había lugar para mí y me picaban los huevos, no me había bañado en 5 días y eso en el puerto y más en verano es una asquerosidad. Los tenía todos apestosos y cebudos y me picaban mucho al grado que me empecé a preocupar, no sabía qué hacer.

Me vi los huevos y no me encontré nada, solo me picaban. Me fui a mendigar para ver si juntaba el dinero para una botella de agua y una barra de jabón. No junté nada a nadie le gusta darle a dinero a alguien rascándose los huevos.

Caminé a la Cruz Roja para ver si podían hacer algo por mí. El guardia me corrió a patadas, no sabía si ir al Centro de Salud o regresar a casa de Juana a pedirle un poco de jabón. El camino a su casa es largo de regreso y la comezón se volvía más fuerte.  Empezaba a rascarme con las uñas, ya todo valía madres. Me picaban, me rascaba y la gente se me quedaba mirando.  Cada vez más al grado que me tiré al suelo a gritar y llorar de dolor. Ahí fue cuando la gente dejó de ver y siguió su camino. Estaba tirado en el suelo cuando se me acercaron unos policías implore ayuda, pero solo me dieron de patines y me corrieron de esa calle. Arruinaba el centro histórico.

El dolor de la golpiza que me habían dado los cerdos me hizo olvidar la comezón y me armé de valor para caminar de regreso a lo de Juana, toqué la puerta y salió Juana en camisón -Anda que estas todo sucio, ¿Quién te golpeó? Mi niño chiquito- Me metió al baño y me desnudo, vio los golpes pero no dijo nada, me bañó como si fuera un niño chiquito, con plena atención en mis huevos y en mi pito. Después de bañarme y enjuagarme un par de veces, Juana se quitó el camisón y me dijo -Mami te va a complacer, mi hijo llega hasta la noche-. Esa tarde hicimos todo de nuevo, me dio una buena mamada y yo la monté como de costumbre. Después de venirme me vestí y le dije gracias. Los huevos ya no me picaban tanto. No volví a ver a Juana.

Hace varias semanas que no me baño, si supieras de la comezón que tengo, entenderías el dolor de ser hombre y seguro me prestarías tu baño, por lo menos, una barra de jabón.

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