miércoles, 22 de septiembre de 2010

Una vez más

El camino del destino no está escrito
Suficiente es caminar hacia el final
Sintiendo lo mismo una vez más.
Visiones nocturnas
Llamadas extrañas
Fantástico corazón
Sintiendo lo mismo una vez más. Una vez más.
El frío es aburrido
Caminos distintos
La lluvia me lleva
Luces de réquiem
Una vez más. Una vez más.

martes, 14 de septiembre de 2010

cuento para niños con errores ortográficos


Juan y Lorenzo eran amigos. Juan tenía ocho años zorro(6 meses humano)era dos años mayor que Lorenzo Tortuga, tenía 6 años tortuga (2 años humano) . Dos años es mucho tiempo animal, decía Juan. En esos dos años Juan había aprendido cosas indispensables para cualquier ser humano, amarrarse los zapatos y el valor de la amistad. Esta última la aprendería con Lorenzo. Si me preguntas ¿Cómo es posible que un zorro se amarre los zapatos? Mejor pregúntate ¿cómo es que un zorro y una tortuga eran amigos?
A Lorenzo le daba flojera todo, era lento pues era una tortuga. En cambio Juan, siempre quería correr y jugar, era muy impaciente y curioso, esa era su naturaleza de zorro. Fue en una fiesta infantil donde Lorenzo y Juan se conocieron.
Si algo le molestaba a Juan era que su madre lo llevara a fiestas infantiles y más si era de los hijos de sus amigas, sentía que lo obligaba a tener amigos extraños. Como Lorenzo Tortuga. Ya de por sí era difícil en la escuela, donde todos le hacían burla por qué no se sabía amarrar los zapatos ir a una fiesta de cumpleaños implicaba subirse al trampolín y el trampolín significaba quitarse los zapatos.
Ese día todos los animales andaban ahí, las hermanas Ranas que eran 2 muchachas muy saltadoras y juguetonas, los locos de los Conejos que eran 15 niños traviesos y tenían a la señora Coneja toda loca, estaba el chico Sapo que era gordo y le encantaba comer, los dientones de los Castores que eran todos unos bromistas, obviamente también estaba el chico Búho que era el más inteligente de los niños y por última estaba la niña Cierva la más hermosa del bosque.
La fiesta estaba bien, hubo mucha comida, jugaron a las escondidas y partieron el pastel, fue después de eso cuando las Ranas se subieron al trampolín, para demostrar sus habilidades saltarinas, de ahí subieron 7 de los conejos, el chico sapo prefirió seguir comiendo, uno de los Castores subió un momento, el chico Buhó prefirió ponerse a leer, pero fue la Cierva la que más llamo la atención al saltar con sus hermosas patas que por cierto estaban muy bien torneadas.
Juan estaba en la esquina sólo y apenado por qué no se podía quitar los zapatos, Juan se le acerco y le pregunto -¿Qué tienes Zorro? Te noto triste-. Juan era un zorrito muy orgulloso y no quería admitir el porqué de su tristeza. –Nada, no tengo nada, ¿Oye Tortuga tú por no estás jugando con los demás?-Le contestó a Lorenzo. La joven tortuga no quería responder pero lo hizó –Lo que pasa es que nadie me quiere por lenta y mucho menos puedo subirme a un trampolín a subirme porque si caigo de espalda no voy a poder voltearme-. –Y tú ¿Por qué no estámos saltando con los demás?- Juan se sintió identificado con Lorenzo y se atrevió a decir la verdad –No se amarrarme los zapatos-.
Lorenzo y Juan siguieron platicando y observaron que tenían un problema en común ninguno de los dos podía subirse al trampolín. Fue ahí en medio de bromas y comentarios que Lorenzo Tortuga y Juan Zorro empezaron a hacerse amigos. El problema es que Juan se movía mucho y siempre estaba emocionado, en cambio Lorenzo no le gustaba moverse mucho y siempre estaba tranquilo. Pero como los dos tenían el problema del trampolín en realidad no importaba mucho lo que pasase, los dos ya compartían algo en común.
Fue jugando que ocurrío un accidente, en un tropezón de Juan empujó a Lorenzo y este se voltió, su caparazón estaba justo en el suelo y sus patas no llegaban a este, Lorenzo estaba muy asustado y Juan también, pero fue a Juan que se le ocurrío una genial idea, se puso patas arriba y le dijo a Lorenzo, --Mueve la cabeza y empuja tu cuerpo, hasta que las patas lleguen al suelo y voltéate--, después de unos cuantos intentos Lorenzo estaba normal y riendo como siempre. Lorenzo estaba muy agradecido de que ya sabía cómo voltearse cuando le pasara eso.
Sólo había una forma de pagar el favor, Lorenzo le enseño a Juan como amarrarse los zapatos y después de unas clases que fueron muy largas y con un poquito de calma y paciencia; Juan por fin aprendió a amarrarse los zapatos.
Fue este acto de amistad que hicieron que Juan y Zorro fuesen amigos para siempre, ahora que los dos podían subirse al trampolín, se fueron corriendo al trampolín, donde ahora solo quedaban tres Conejos, una de las hermanas Rana y por supuesto la hermosa de la Cierva que por cierto Juan estuvo saltando mucho con ella, y Lorenzo coqueteo con la hermana Rana, pero esta no le hizo mucho caso por que tenía algo en contra de las tortugas, pero eso no importo porque ese había sido su mejor cumpleaños y el mejor regalo la amistad de Juan, con el que siempre estuvo agredecido por ser tan paciente con él.