viernes, 23 de octubre de 2009

El cuarto

La noche era fría y húmeda. El cuarto tenía goteras y había recipientes por todas partes, el sonido de las gotas me volvía loco.

Un six de cerveza era mi única compañía. La cama estaba mojada y mis libros también. Al principio el cuarto era bueno; era un cuarto muy fresco y el sol no pegaba duro, me encantaba estar ahí, unas velas, un libro y un cuaderno era todo lo que necesitaba, la renta era barata, era de doscientos pesos, dinero que casi nunca tenía.

Lo mejor de ese cuarto, no era su frescura o sus características y mucho menos los servicios; lo mejor era la casera. Cuando llegué a preguntar por el cuarto, la blusa escotada fue la que firmó el contrato.

La casera era una mujer muy bien dotada, era güera, güera de rancho y siempre usaba licras con blusas muy escotadas. Era viuda su esposo había muerto hacía tres años del día en que me mudé al cuarto. Murió de cirrosis, esto lo supe varios meses después de empezar a vivir ahí.

La casera tenía amantes, varias veces la llegue a ver acompañada de un hombre, a veces era un hombre por mucho tiempo y otras veces, cada viernes era un chico nuevo. Todos los amantes eran menores que ella.

Siempre fantaseé con la idea de ser uno más de los amantes de la casera, varias veces la casera me invitaba a pasar a su casa y me ofrecía café, comida, cigarros y una que otra vez me invitaba a beber unas cervezas o un pomo. Nunca ocurrió nada.

Ahora las cosas son diferentes, la casera se volvió a casar, se caso con un empresario mayor que ella, se llevó a la casera a otra casa y el se volvió el casero, la casa de la casera también se empezó a rentar y una familia conservadora vivía ahí, nunca me saludaban cuando chocábamos en la salida ni mucho menos me invitaban un poco de comida.

Sólo quedan tres cervezas del six, el casero le subío a la renta a 350 pesos, al parecer quiere correrme no sé si irme del cuarto, ya no hay nada aquí para mi, mis cosas se mojan y jamás he vuelto a ver a la casera, no hay nada aquí para mí. Me gustaría hablar con la casera y ver su blusa escotada. Tal vez así piense mejor todas estas cosas.